Ha sido un triunfo en ardua lucha, del que todos los cubanos nos sentimos orgullosos por la defensa en cada escenario de las ideas que representaron nuestros deportistas, del honor con que lo hicieron y la dignidad con la cual supieron competir, respetando al rival y dando lo mejor de sí en pos de brindarle a América lo máximo del movimiento deportivo de la mayor de las Antillas.
La recompensa al esfuerzo en la Patria, que una vez más contempla orgullosa a sus atletas. Como hace cuatro años se ponía en juego el segundo lugar por naciones que, desde 1971 —¡40 años!— con la hazaña de 1991 en el sitial de honor, hoy mantenemos después del fraternal duelo frente al poderoso Brasil, la potencialidad de Canadá y el empuje de México en su condición de sede.
Fue una dura batalla, pero grande resultó la victoria. Bastaría decir que la delegación cubana no solo superó al amigo y gigante sudamericano, sino que amplió su ventaja con respecto al 2007 (en este 2011 fue de 10 la diferencia de medallas de oro), y logró estar por encima del promedio histórico del segundo lugar para los Juegos, que es de 57 preseas áureas, lo cual fue ahora más difícil por la presión del tercer y cuarto puestos. Las coronas auriverdes representan casi el doble de lo que había compilado el tercer lugar (25), mientras las mexicanas estuvieron al punto de triplicar la media del cuarto escaño (16) en las 15 ediciones anteriores.
Nuestro Comandante en Jefe, el 24 de agosto del 2008, tras concluir los Juegos Olímpicos de Beijing, nos dejó en su Reflexión Para el honor medalla de oro, una consulta obligada para cada vez que enfrentemos compromisos de este tipo. En uno de sus párrafos se lee: “No vivimos hoy las mismas circunstancias de la época en que llegamos a ocupar relativamente pronto el primer lugar del mundo en medallas de oro por habitante, y por supuesto que eso no volverá a repetirse. Constituimos alrededor del 0,07 % de la población mundial. No podemos ser fuertes en todos los deportes como Estados Unidos, que posee por lo menos 30 veces más población. Nunca podríamos disponer ni del 1 % de las instalaciones y equipos de diversa índole, ni de los climas variados de que ellos disponen”.
Y no solo Cuba, México, Colombia, Ecuador, Guatemala tuvieron su mejor presentación en la historia de los Juegos, Venezuela consiguió la tercera, en una fiesta bonita, prestigiada por quienes la hicieron su competencia más importante. Los que no fueron se la perdieron, los imprescindibles estaban y brillaron por su bandera.
Volvamos a Fidel aquel 24 de agosto para el justo homenaje: “Recibamos a nuestros deportistas olímpicos en todos los rincones del país. Resaltemos su dignidad y sus méritos. Hagamos por ellos lo que esté a nuestro alcance”.
La recompensa al esfuerzo en la Patria, que una vez más contempla orgullosa a sus atletas. Como hace cuatro años se ponía en juego el segundo lugar por naciones que, desde 1971 —¡40 años!— con la hazaña de 1991 en el sitial de honor, hoy mantenemos después del fraternal duelo frente al poderoso Brasil, la potencialidad de Canadá y el empuje de México en su condición de sede.
Fue una dura batalla, pero grande resultó la victoria. Bastaría decir que la delegación cubana no solo superó al amigo y gigante sudamericano, sino que amplió su ventaja con respecto al 2007 (en este 2011 fue de 10 la diferencia de medallas de oro), y logró estar por encima del promedio histórico del segundo lugar para los Juegos, que es de 57 preseas áureas, lo cual fue ahora más difícil por la presión del tercer y cuarto puestos. Las coronas auriverdes representan casi el doble de lo que había compilado el tercer lugar (25), mientras las mexicanas estuvieron al punto de triplicar la media del cuarto escaño (16) en las 15 ediciones anteriores.
Nuestro Comandante en Jefe, el 24 de agosto del 2008, tras concluir los Juegos Olímpicos de Beijing, nos dejó en su Reflexión Para el honor medalla de oro, una consulta obligada para cada vez que enfrentemos compromisos de este tipo. En uno de sus párrafos se lee: “No vivimos hoy las mismas circunstancias de la época en que llegamos a ocupar relativamente pronto el primer lugar del mundo en medallas de oro por habitante, y por supuesto que eso no volverá a repetirse. Constituimos alrededor del 0,07 % de la población mundial. No podemos ser fuertes en todos los deportes como Estados Unidos, que posee por lo menos 30 veces más población. Nunca podríamos disponer ni del 1 % de las instalaciones y equipos de diversa índole, ni de los climas variados de que ellos disponen”.
Y no solo Cuba, México, Colombia, Ecuador, Guatemala tuvieron su mejor presentación en la historia de los Juegos, Venezuela consiguió la tercera, en una fiesta bonita, prestigiada por quienes la hicieron su competencia más importante. Los que no fueron se la perdieron, los imprescindibles estaban y brillaron por su bandera.
Volvamos a Fidel aquel 24 de agosto para el justo homenaje: “Recibamos a nuestros deportistas olímpicos en todos los rincones del país. Resaltemos su dignidad y sus méritos. Hagamos por ellos lo que esté a nuestro alcance”.
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