Por Carlos G. González Ruiz.
Vivimos en un mundo prácticamente sin derechos, aunque algunos prefieran decir que el Capitalismo tiene muchas bondades sin las cuales el hombre preferiría estar en el anonimato o en busca de la felicidad perdida.
Pero la realidad es otra y de la teoría a la práctica va un gran trecho, como para analizar a fondo un tema que urge del debate profundo de cada una de las aristas esenciales del problema.
Visto de forma global el Capitalismo, y sobre todo el desarrollado, campea por fórmulas esenciales que posibilitan desarrollo económico sustancial, sobre todo a costa de los elementos básicos que distinguen a ese tipo de sociedad.
El consumismo se ha hecho a la medida de un traje que lo intenta ajustar de forma globalizada a intereses mezquinos, con el solo propósito de engrandecer la fortuna de los menos, que son en definitiva los únicos ricos de este mundo.
Nadie niega en lo absoluto que los países industrializados, como Estados Unidos, Inglaterra o Francia, gozan de un estándar de vida superior a los que subdesarrollados o en vías de desarrollo, padecen la carencia de artículos de primera necesidad.
Pero existe un bien que solo una sociedad colectiva es capaz de garantizar sin distingos: Educación, Salud; Cultura, Seguridad Social…
Y para que se comprenda la esencia del fenómeno, tal basamento se justifica plenamente en el hecho de ser dueños de los medios principales de producción, los que puestos al servicio de la sociedad toda, se multiplican y reconfortan cualquier carencia a través de las conquistas sociales.
Y en el caso singular de Cuba, un pequeño y avasallado país, situado a solo noventa millas de la superpotencia del Norte, la realidad supera con creces cualquier desventaja en cuanto al subdesarrollo, la posición geográfica o la presencia de un férreo e injustificado bloqueo.
Desde que el niño nace tiene derechos de por vida desde hace más de 50 años cuando la Revolución Cubana alcanzó el poder y multiplicó sus fuerzas contra viento y marea para brindar verdaderos derechos humanos que permiten engrandecer una obra hecha con todos y para el bien de todos.
Donde no faltan las escuelas y los centros de asistencia médica, todos esos servicios de forma gratuita, no es para menos que resaltar una particularidad del Socialismo como Formación Económico Social, en un país del denominado Tercer Mundo, que se agiganta en medio de las aguas turbulentas del océano.
No es posible hablar en Cuba de felicidad plena porque aun faltan muchos recursos, pese los esfuerzos, pero el orgullo y la dignidad es posible al palpar realidades que en nada tienen que ver con esas “bondades” capitalistas y que llegan a cualquier paraje por apartado que se encuentre.
Escuelas, hospitales, campos deportivos e instalaciones culturales, entre otros beneficios, colman el archipiélago para proclamar derechos posibles gracias a una Revolución, aunque algunos, que son los muy pocos, no sean capaces de reconocerlo.
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