Pareciera que una maldición histórica gravita sobre los paraguayos: más de dos siglos recibiendo golpes... Y el primero y el último de ellos, vaya coincidencia, están relacionados con la Iglesia y los imperios.
En 1767 la Compañía de Jesús fue expulsada de esas tierras, cuando la corona española descubrió que los jesuitas sembraban las primeras semillas de un ideal que hoy nombramos socialismo.
En el 2012 un golpe oligarca separa del poder a un exobispo de izquierda, presidente incómodo a los intereses imperiales en Sudamérica.
Fernando Lugo sabía perfectamente que podía correr la misma suerte de aquellos jesuitas. Salvando distancias, estaba repitiendo la misma fórmula de las reducciones: incentivar en el pueblo un sentimiento de independencia, convirtiendo el trabajo, la solidaridad y la igualdad en el centro de la vida.
Así nació en 1609 el pueblo San Ignacio Guasú, y pronto le siguieron otras cuarenta fundaciones situadas en torno a los ríos Paraná, Uruguay y Tape. Tras un frío cálculo político, el monarca Carlos III dio el golpe a los jesuitas, expulsando a quienes enseñaron al pueblo el derecho a la insurrección. (Tomado de Granma)
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