Por Carlos G. González Ruiz
Yo quiero que la ley primera
de la República
sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre, afirmó categórico
José Martí cuando de buscar soluciones para su patria se tratara en medio del
sometimiento a la metrópoli española y cuando las ansias libertarias se hacían
eco en figuras cimeras de la lucha independentista.
No era posible alcanzar el
decoro sin batallar de forma constante e inequívoca para buscar soluciones
soberanas ante las fuerzas colonialistas ocupantes, numerosas en armas y
hombres, pero carentes de ideas y principios.
No por casualidad José Martí
valoró como esenciales la decisión de lucha, el deseo unánime de alcanzar la
independencia, la voluntad para hacerlo, pero sobre todo la necesidad de estar
unidos, apretados mano con mano y hombro con hombro.
El Apóstol refirió que en la
fuerza de las ideas radicaba la victoria, consciente de la multiplicación de
principios en aras de un objetivo bien definido: la emancipación y la libertad
plenas.
Martí vio en el hombre
honesto y desinteresado al verdadero entusiasta y capaz de echar a andar la
gesta emancipadora, al que con su deber a cuestas nunca miró de qué lado se
vivía mejor.
Libertad, decoro,
independencia, justicia, democracia, paz y soberanía fueron, entre otros, los
principios esenciales de la causa noble por la que luchó hasta su muerte, como
muestra del apego infinito por su patria chica, que fue Cuba y grande, que fue la América.
En Martí está presente el
ansia libertaria de todo un continente que con pasos de gigante enarbola sus
ideas, las de Bolívar y tantos otros capaces de multiplicar la digna batalla de
la unidad e integración latinoamericana.
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