Por Carlos G. González Ruiz
Imposible imaginar que exista la sociedad perfecta y mucho
menos en pleno siglo XXI plagado de contradicciones, cambios, crisis, intentos
hegemónicos, guerras, ansias de poder… Pero llama poderosamente la atención que en Cuba, pequeño país del Caribe, bloqueado
por los Estados Unidos por el hecho de haber construido una sociedad diferente,
se intenta, no ir a la perfección, pero sí demostrar cuanto se puede hacer en
materia de valores, como garantía de lo que representa el Socialismo para la
dignidad plena del hombre.
Es lamentable que en la nación que ha sabido enfrentar
situaciones muy complejas y extremadamente difíciles, aparezcan reminiscencias
del pasado sobre las que haya que intensificar los esfuerzos comunes, en aras
de mantener las conquistas nada despreciables de solidaridad, tranquilidad
ciudadana, respeto a los demás, amor al trabajo…
Actualmente se fustiga la falta de honestidad, y qué decir de aquellos que justifican los
malos comportamientos de sus hijos y les aconsejan no hacer caso a las
reprimendas de los maestros, restándole así autoridad a quien debiera ser el
complemento perfecto para la educación conjunta entre la familia y la escuela.
Hay jóvenes que utilizan palabras chabacanas para entablar
una conversación con los demás, personas de todas las edades que rehúsan
brindar el asiento del ómnibus a una embarazada, quienes prefieren el alto volumen
de los equipos de música sin tener en consideración que los vecinos descansan o
duermen…
Es importante recordar siempre que los buenos ejemplos nacen
en el hogar, en la vida cotidiana, en cada uno de los minutos que vivamos al
lado de nuestros hijos. Tenemos que convertirnos en el espejo donde ellos
puedan mirarse y saberse también buenas personas.
Si actuamos así, aspiramos entonces a retomar esa sociedad,
que aunque no perfecta, sí es noble, solidaria, segura y llena de optimismo. Cuba
como nación libre e independiente promete un futuro cada vez más digno, pero
todo depende de la conducta de sus verdaderos hijos.
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