La voluntad de pensar y sentir nuestra nacionalidad se convirtió en acción decidida con el Grito de La Demajagua que marcó el inicio de las gestas libertarias, en 1868. Diez días después, el 20 de octubre, el pueblo bayamés fundía la articulación entre justicia, libertad e identidad con la entonación, por primera vez, de La Bayamesa, devenida más tarde nuestro Himno Nacional.
Las estrofas que llamaban al combate y al sacrificio por la Patria libre rubricaban junto a su música y espíritu enérgico no solo las aspiraciones de luchar por la independencia sino también la honda sensibilidad humana y social de los cubanos. Poesía y acción sellaban esta marcha, símbolo patrio y motivo de orgullo para la nación, que desde hace 145 años la canta.
Las estrofas que llamaban al combate y al sacrificio por la Patria libre rubricaban junto a su música y espíritu enérgico no solo las aspiraciones de luchar por la independencia sino también la honda sensibilidad humana y social de los cubanos. Poesía y acción sellaban esta marcha, símbolo patrio y motivo de orgullo para la nación, que desde hace 145 años la canta.
Es por ello este 20 de Octubre, Cuba celebra nuevamente el Día de su Cultura Nacional, fecha siempre propicia para exaltar el sentimiento patriótico y oportuna, además, para reflexionar sobre los caminos que —en estos tiempos de transformación— deben enrumbar a la sociedad hacia una cultura espiritual que eduque el intelecto, lejos de la banalización y el consumismo.
En medio del proceso de actualización del modelo socialista cubano, del reordenamiento de la actividad productiva y del perfeccionamiento de las es-tructuras del Estado y del Gobierno, es también la hora de fomentar los valores éticos y estéticos, consolidar las tradiciones, enriquecer, estimular la vida espiritual y afianzar el desarrollo de nuestra identidad para sentar las bases de la sociedad sostenible y próspera que queremos construir.
Es tarea de todos, particularmente de las nuevas generaciones ocupar la primera línea en la cultura cubana y promover un debate sincero que contribuya al desarrollo del país. Lo han demostrado los jóvenes artistas e intelectuales de la Asociación Hermanos Saíz, cuya madurez y compromiso con la obra revolucionaria han hecho notar en su Segundo Congreso. Valentía y rigor, diálogo y crítica, calidad y creación han sido las cartas credenciales de estos jóvenes, que son consecuentes con toda la grandeza histórica y cultural que les antecede.
Crear de manera responsable lejos de la chabacanería, la mediocridad y el mal gusto; saber de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde queremos ir, han de ser centros de atención en la sociedad para que nunca se cierren las cadenas, esas que sumen a los pueblos en afrentas y oprobios.
En medio del proceso de actualización del modelo socialista cubano, del reordenamiento de la actividad productiva y del perfeccionamiento de las es-tructuras del Estado y del Gobierno, es también la hora de fomentar los valores éticos y estéticos, consolidar las tradiciones, enriquecer, estimular la vida espiritual y afianzar el desarrollo de nuestra identidad para sentar las bases de la sociedad sostenible y próspera que queremos construir.
Es tarea de todos, particularmente de las nuevas generaciones ocupar la primera línea en la cultura cubana y promover un debate sincero que contribuya al desarrollo del país. Lo han demostrado los jóvenes artistas e intelectuales de la Asociación Hermanos Saíz, cuya madurez y compromiso con la obra revolucionaria han hecho notar en su Segundo Congreso. Valentía y rigor, diálogo y crítica, calidad y creación han sido las cartas credenciales de estos jóvenes, que son consecuentes con toda la grandeza histórica y cultural que les antecede.
Crear de manera responsable lejos de la chabacanería, la mediocridad y el mal gusto; saber de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde queremos ir, han de ser centros de atención en la sociedad para que nunca se cierren las cadenas, esas que sumen a los pueblos en afrentas y oprobios.
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