El bloqueo de Estados Unidos contra Cuba afecta de variadas formas a la salud pública por su efecto directo en las instituciones sanitarias, y también por el que causa sobre ramas de la economía y la sociedad conectadas con la primera. En ocasiones, sus perjuicios son muy ostensibles.
Lejos de poner fin a tan injusta medida, Washington mantiene en vigor las leyes, disposiciones y prácticas que le sirven de sustento, y continúa reforzando los mecanismos políticos, administrativos y represivos para su instrumentación más eficaz y deliberada, como si la Isla fuera un peligro para la mayor potencia militar del mundo.
Al amparo de ese abominable cerco, continúan aplicándose sanciones a empresas norteamericanas y europeas por realizar transacciones con Cuba.Lejos de poner fin a tan injusta medida, Washington mantiene en vigor las leyes, disposiciones y prácticas que le sirven de sustento, y continúa reforzando los mecanismos políticos, administrativos y represivos para su instrumentación más eficaz y deliberada, como si la Isla fuera un peligro para la mayor potencia militar del mundo.
Por este motivo los enfermos de la nación antillana no pueden beneficiarse, en muchas ocasiones, de nuevos medios diagnóstico, tecnologías y medicamentos, aunque de ellos dependan sus vidas.
Independientemente de que fueran producidos o estén disponibles en un tercer país, las leyes de esa política coercitiva prohíben que Cuba los adquiera si alguno de sus componentes o programas proceden de EE.UU.
Entre innumerables ejemplos destacan que quienes padecen de cáncer en la ínsula se ven aquejados para recibir los tratamientos de radioterapia y braquiterapia, debido a cambios de las firmas suministradoras europeas, las cuales han vendido la división que se ocupa de esas técnicas a empresas norteamericanas.
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