Hace 38 años en las costas de Barbados explotó en pleno
vuelo un avión de Cubana con 73 personas a bordo. La mano asesina de la CIA y sus cómplices llenó de
luto a todo un pueblo que desbordó calles, avenidas y plazas para reclamar
justicia.
En aquella aeronave regresaban a Cuba los esgrimistas que
acababan de ganar todas las medallas de oro en el Campeonato Centroamericano y
del Caribe, que se había desarrollado en Venezuela.
En total fueron 57 cubanos, 11 guyaneses y cinco coreanos
quienes perecieron al caer al agua el avión el 6 de octubre de 1976.
Fue sin duda, el peor ataque de este tipo en el hemisferio
occidental y uno de los más brutales actos de terrorismo ejecutados por
personas al servicio de la CIA
en contra de Cuba y su pueblo.
La mano asesina del terrorista confeso Luís Posada Carriles
puso al desnudo el abominable crimen, que como otros a lo largo de las más de
cinco décadas de Revolución Cubana han intentado amedrentar a los mejores hijos
de la patria de Martí.
La política de terrorismo de estado, perpetrada contra Cuba
mediante acciones en la mayoría de los casos organizadas y propiciadas por
autoridades de los Estados Unidos, es responsable del luto y el dolor en muchas
familias cubanas.
También la destrucción y afectaciones causadas a bienes, recursos
e instalaciones, cuya complicidad se demuestra con el hecho de que muchos de
sus autores aún permanecen en libertad, constituyen muestras del vandalismo
despiadado y el doble rasero imperial.
Por haber sufrido en carne propia la crueldad de esa
política criminal, el gobierno y pueblo cubano condenan y enfrentan el
terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, en particular el terrorismo
de Estado, donde quiera que se cometa y cualesquiera que sean las razones esgrimidas
por sus autores.
Transcurren los años y la Revolución Cubana
continúa en pie de lucha, siempre alerta y dispuesta a proseguir por el rumbo
trazado, consciente que la injusticia tiembla.
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