Por Carlos G. González Ruiz
El Día internacional de los Trabajadores es la fiesta del
Movimiento Obrero Mundial, y desde su establecimiento en todos los países por
acuerdo del Congreso Obrero Socialista celebrado en París en 1889, constituye
una jornada de lucha reivindicativa y de homenaje a los Mártires de Chicago que
fueron ajusticiados por su participación en las jornadas de lucha por
consecución de la jornada laboral de ocho horas que culminaron en la huelga del
Primero de Mayo de 1886 en los Estados Unidos.
Han transcurrido los años y la fecha deviene celebración
mundial, en muchos países por conseguir sus nobles propósitos, y en otros, para
festejar las victorias conseguidas con la dictadura del proletariado como elemento
esencial de sociedades progresistas y cuyo denominador común es la libertad y
el decoro de sus ciudadanos.
En Cuba, cada Primero de Mayo se convierte en jornada de
compromisos, alegría y optimismo de la clase obrera. Día de festividades en
cada lugar, de sano orgullo y de esparcimiento placentero para proseguir por el
camino emprendido en enero de 1959 con la Revolución victoriosa.
Las calles y plazas se colman de millones que confirman su
apego a la causa revolucionaria, de quienes se multiplican en su marcha
apretada para con carteles y consignas vitorear más Socialismo, unidad y
solidaridad.
No faltan las exigencias de libertad para Cinco cubanos prisioneros
en los Estados Unidos o los que recuerdan al Comandante Hugo Chávez o demandan
el cese del injusto bloqueo yanqui.
Es, sin duda, una fecha singular, la de los proletarios, que
unidos apuestan por nuevas victorias en esta hora de los hornos donde no se ha
de ver más que la luz.
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