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Martí y la vigencia de su legado

Por Carlos G. González Ruiz.
 
Si bien el Apóstol sentenció que trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras, son precisamente esas y las convicciones patrióticas, las que han permitido a los cubanos llegar hasta el presente con una Revolución hecha con todos y para el bien de todos.

La obra de José Martí trasciende fronteras para confirmar que patria es humanidad y que lo que él denominó Nuestra América vive hoy una etapa de cambios y de profundas transformaciones que apuntan hacia la necesaria unidad e integración.


Si el autor de La Edad de Oro confió en los niños, porque son los que saben querer, son la gran esperanza del mundo, nada más palpable que ver en los pequeños esa inteligencia propia que enfila hacia el verdadero futuro que les pertenece.

Que decir del antimperialismo radical que Martí preconizó más de una vez y que confirmó en su carta inconclusa a Manuel Mercado fechada un día antes de su muerte, porque vivió en el monstruo y al conocerle sus entrañas supo definir la esencia de una sociedad explotadora y hegemónica.

En el Héroe Nacional de Cuba se sintetizan las ideas revolucionarias más abarcadoras y radicales, capaces de multiplicar el legado por una obra nueva que echara por tierra la dependencia, injusticia y entreguismo.

El autor intelectual del Asalto al Cuartel Moncada, aglutinador de fuerzas y fundador del verdadero partido por la unidad revolucionaria, constituye hoy, a 118 años de su caída en combate, ejemplo a seguir por los cubanos dignos y por quienes desean paz, libertad, independencia, justicia y decoro.

El legado martiano es de especial vigencia porque tuvo un antes, tiene un ahora y tendrá un después en la historia de los pueblos, que marcados por el progreso humano aún confían en las ideas nobles y prósperas del Maestro.

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