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La paz en América es un gran tesoro

América Latina y el Caribe atesoran entre sus principales aciertos de los últimos tiempos la declaración como zona de paz, perturbada ahora por la insólita afirmación del presidente de Estados Unidos de que Venezuela constituye una amenaza para la seguridad nacional de su país.

La arbitraria, desmedida e inadmisible declaración de Barack Obama hizo recordar a muchos analistas la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de paz, adoptada en la segunda cumbre de la CELAC, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, en La Habana.
Ocurre que para preservar la paz, sabiamente defendida en ese foro, es imprescindible erradicar todo lo que la afecte, incluyendo la guerra u otro tipo de acción que viole la soberanía y la integridad territorial de un país.

Era lógico entonces que la declaración del inquilino de la Casa Blanca fuera respondida con demandas de los pueblos y gobiernos latinoamericanos y caribeños, y de otras latitudes, para que sea derogada.

La iniciativa de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños de proclamar la región como zona de paz envió un mensaje estimulante al mundo y debe ser resguardada celosamente.

Entre otras razones porque vivir en la concordia crea condiciones favorables a la lucha por el desarrollo, la igualdad y la justicia.

Además, ayuda a encontrar las vías para concretar la aspiración de millones de personas de conseguir un orden internacional más justo.

Ahora bien, la paz perdurable depende de asegurar el multilateralismo y Estados Unidos y muchos de sus aliados occidentales se oponen porque acuñaron un solo patrón político y económico, el del capitalismo y el libre mercado.

Venezuela, como otros países del Sur, defiende su derecho a que le respeten la libre elección del modelo a seguir y a salvaguardar la paz porque constituye una condición fundamental para el disfrute de todas las prerrogativas ciudadanas, en particular la de la vida.

Para apoyar a Caracas en ese apropiado reclamo es prudente acompañarla en su exhortación a un diálogo con Estados Unidos para encontrar soluciones serenas a las controversias, en un escenario internacional crispado, precisamente, por conflictos y crisis.

Desactivar la explosiva incriminación estadounidense contra Venezuela, no es sólo tarea de ese país.

En su intervención en una reunión cumbre extraordinaria de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, el presidente cubano, Raúl Castro, recogió el sentir de muchos pobladores de la región al sur del Río Bravo cuando expresó:

“....Las amenazas contra la paz y la estabilidad de Venezuela representan también amenazas contra la estabilidad y la paz regionales”.

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