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El poder de la fuerza contra la paz

Bajo el pretexto de enfrentar la posición asumida por Rusia en la crisis ucraniana, la Or­ganización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) anunció el refuerzo de su poderío militar en el este de Europa.

El secretario general de la alianza atlántica, Jens Stoltenberg, se refirió a un incremento de las Fuerzas de Res­puesta Rápida de ese bloque de 13 000 a 30 000 soldados, mientras se concreta la creación de la llamada punta de lanza (Spearhead For­ce) con otros 5 000.
La formación de la punta de lanza fue acordada en la Cumbre de la OTAN, celebrada en Gales del 4 al 5 de septiembre del 2014, en medio de las negociaciones en Minsk para una tregua del conflicto en el sureste ucraniano, donde ya murieron casi 7 000 personas.

Además, el pacto noratlántico prevé el establecimiento de seis unidades de mando y control en Es­tonia, Lituania, Letonia, Polonia, Ru­mania y Bulgaria, formadas en total por unos 40 militares para facilitar el despliegue de las fuerzas rápidas de la OTAN.

Para Stoltenberg, tales medidas son acciones defensivas de la alianza atlántica, cuya presencia de armas entre las tropas ucranianas fue de­nunciada por la dirección de la autoproclamada República de Do­netsk.

El secretario general de la alianza atlántica estimó que todo ello estaba acorde con “las obligaciones in­ter­nacionales” del bloque, en cla­ra alusión a sus pretensiones de in­tervenir en conflictos en cualquier parte del orbe.

Rusia denunció en varias ocasiones el respaldo con armamentos de la OTAN al gobierno ultraderechista instalado en Kiev, tras un golpe de Estado en febrero del 2014, apoyado por paramilitares neofascistas y con la anuencia de potencias occidentales.

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