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“El deber nuestro es luchar hasta el último minuto”. Fidel Castro.

"Buenas", saludó alegremente Fidel al auditorio, y con esa palabra mágica se abrió en una de las salitas del Palacio de las Convenciones la presentación del libro de memorias del líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz: Guerrillero del tiempo, dos volúmenes de las conversaciones sostenidas con la escritora y periodista Katiuska Blanco.
En el mismo tono risueño, Fidel alertó: "Van a hablarles de dos libros de los que ustedes ni han tenido noticia". Son, en efecto, dos tomos que abren con los primeros recuerdos de la infancia del líder y cierran en diciembre de 1958, previo al Triunfo de la Revolución. Suman casi mil páginas en las "que yo tuve alguna participación", bromea el Comandante, y ese tono distendido animó todo el encuentro, que se prolongó por casi seis horas y al menos una con el Comandante en pie saludando personalmente a un buen número de asistentes, entre ellos viejos compañeros de lucha del Moncada y del Granma, y los familiares de los Cinco cubanos presos en los Estados Unidos.

Fidel viste con un ligero suéter deportivo negro sobre una camisa a cuadros predominantemente azules. La expresión de su rostro refleja las emociones que le inspiran las palabras y anécdotas que van reconstruyendo los presentadores de cada tomo de esta edición, Abel Prieto, Ministro de Cultura, y Miguel Barnet, Presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. A veces levanta las cejas y le brillan los ojos, como cuando Abel recuerda pasajes de la infancia en Birán, o se ríe sin más preámbulo, por ejemplo, al evocar Barnet las palabras del Che Guevara sobre el desembarco del Granma: "Fue un naufragio".
En realidad la razón por la que esté aquí, y lo repetirá de diverso modo en el encuentro, responde a una única pregunta: "¿En qué más puedo ayudar?". Y si hubiera que escoger una sola frase que dé una idea de adónde nos llevará este libro —una joya de la edición y la impresión de la Casa Editora Abril y la Imprenta Federico Engels, con fotografías y dibujos de Ernesto Rancaño, a quien se debe la portada—, quizás ayude esta que en algún momento de las conversaciones le dice a Katiuska: "Prefiero el viejo reloj, los viejos espejuelos, las viejas botas, y en política, todo lo nuevo".
Fueron seis horas de encuentro, que Fidel aprovechó al máximo para dar y recibir ese cariño inconfundible de quienes profesan amarlo siempre.

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